miércoles, 18 de diciembre de 2013
HISTORIA DEL CORREO EN EL RIO DE LA PLATA (2da. parte)
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Los Maestres de Postas, de alguna forma se
transformaron en Pulperos, de ahí vienen las “Pulperías” –que es otro
párrafo aparte- (Al ingresar a nuestro territorio una bebida mexicana
de altísima gradación alcohólica, llamada “pulque”, se le denominó pulquero
al comerciante que la vendía, y por deformación del idioma y adaptación a
nuestro modo de decir, el pulquero se transformó en “PULPERO”)
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Y las Pulperías originaron las
poblaciones, al convertirse estas en centros de abastecimiento comercial (PULPERÍA Y ALMACEN DE RAMOS GENERALES).
La gente va agrupándose a su alrededor, creciendo así desde pequeños poblados,
hasta importantísimas ciudades de nuestro interior.
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También en la Provincia de Buenos
Aires, y particularmente en Córdoba y Santa Fé
–la
línea de Fortines- y
todo eso que fue la defensa contra el indio, como por ejemplo: “El Fuerte de
Azul”, “Fuerte del Bragado”,... y muchas otras poblaciones de la línea de “la
zanja de Alsina”, que originadas en “Fuertes” pasaron a ser luego
poblaciones estables y que con el avance de la inmigración y colonización
foránea, cubrieron totalmente nuestro oeste pampeano. Al culminar la famosa
expedición de Roca que terminó con el indio, se estima que las poblaciones se
estabilizaron.
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Entonces, las Postas simplemente
eran puntos de contacto, de enlaces a través de rutas que habían sido
comprobadas, como posibles, desde la época de los conquistadores que vinieron
acá en busca del oro y la plata, de la famosa Ciudad del DORADO
de la leyenda., y que de alguna manera no estaban tan desacertados, porque las
minas de Fátima, por un lado y el Farallón Negro por el otro,
resultaron ser una de las riquezas más grandes sin explotar en nuestro país,
fundamentalmente las de Farallón Negro –entre Catamarca y Tucumán-; Así
que, EL DORADO no fue tan leyenda, lo que sencillamente pasó, es que
siguieron de largo y no la vieron, o no la pudieron ver porque no tenían
forma de encontrarla.
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Pero esas rutas que llevaron hacia el
norte, que después van fundando ciudades, son unidas a través de una
cadena minuciosa de postas, que tienen como servicio dar el camino de unión
entre esas ciudades.
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Esto fue, hacia el Norte, y hacia la Provincia de Buenos
Aires, en todas las poblaciones que en aquella época –siglos XVIII
y XIX- permitía el índio, que por
otra parte era el soberano del territorio inexplorado; creciendo
perfectamente limitado a lo que es el dominio del blanco. Esa es la ruta que
va, desde Buenos Aires a Santa Fé, luego hacia el Rosario –y se
crea Rosario-, de Rosario y de Santa Fé a Córdoba, y de Santa Fé
hacia la Mesopotámia ,
Paraná –en frente- y Entre Ríos-Corrientes, pasando después a Paraguay,
terminando allí en Asunción.
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En todos los casos, el dato concreto es
este: Hay una cantidad de Postas que permiten unir pequeñas o lejanas
distancias, según el terreno, donde los viajeros podían pernoctar.
¿Uds. pueden imaginar lo que podía ser
el viaje de aquí a Salta, en cuanto tiempo se hacía?
Si calculan que un caballo, un jinete, puede
recorrer 25 km. en medio día –un
viaje de Congreso a Laferrere, hoy-... hagan los planos y verán cuantos
días llevaba a un caballista en arribar a un punto tan alejado.
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Sin embargo, existen ciertas referencias
muy interesantes, por ejemplo: “El parte de la batalla de Maipú, llegó a
Buenos Aires en 17 días de correísta militar. Pero, dos días
antes el correo del servicio ordinario ya había llegado a Buenos Aires con la
novedad, y en ambos casos tuvieron que hacer el cruce de la cordillera -que no era cosa nada fácil en esa
época- Lo que es decir qué, aunque
precario, el correo andaba más que muy bien.
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De ese modo marca que, entre Valparaíso
y Buenos Aires se tardaba 15 días en venir, incluyendo el descanso y
alimentación del correísta y otros 15 días para regresar. Algo más de un mes
entre ida y vuelta, que es lo que tardaba la correspondencia. (Si
calculamos unos 1400 km. de viaje en 15 días, resultaría a un promedio de unos 140 km. por día, a razón de 10 días de cabalgata
ininterrumpida y descansos nocturnos de 8 hs., que acumulando 120 hs.
incluirían los 5 días restantes).
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Esos viajes fueron muy contados por los
viajeros ingleses.
Los ingleses y los norteamericanos, tenían la sabia costumbre de
viajar por todo el mundo conociendo;
-por
otra parte era una costumbre muy inglesa- y periodistas, como eran naturalmente los
muchos hijos de la burguesía, tenían una alternativa que era conocer el mundo,
cosa que ocurre en países que tienen siempre la riqueza en sus manos. Los ingleses eran viajeros incansables,
tenían medios económicos para hacerlo y además contaban con excelentes medios
de transporte, porque los ingleses tuvieron siempre la mejor flota,
hasta que fue la Segunda
Guerra Mundial (1939- 1944). La inglesa fue la flota que
siempre nos sirvió, nos abasteció y transportó las mercaderías durante todo el
siglo XIX.
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Los
ingleses han dejado testimonios muy interesantes y hacen un comentario
sumamente descriptivo, que en la
Posta han hallado siempre: “algún numeroso grupo de chicos
llorones, algunas gallinas para comer, un quincho, ginebra para tomar y siempre
asado”. -Y siempre
asado- es evidente, ¿Qué podía hacerse
en medio del campo?
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Las disposiciones de la Corona, ya en el
siglo XVII, imponían que el Maestre de
Posta tenía algunas ventajas, incluso no podía ser “enganchado” por las
milicias; estaban exentos de los trabajos forzados con el ejercito, y sus
empleados y sus postillones no podían ser “enganchados” tampoco.
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Tenía la obligación de dar alojamiento
a los viajeros, agua fresca, comida... Pero. Según los viajeros, esto no se cumplía en muchas partes, casi en ninguna
y la realidad es que eran meros “techos de paja”, o míseros ranchos en medio
del desierto. Es evidente que la vida
que llevaban los viajeros era altamente sufrida.
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La
correspondencia se transportaba a
caballo por correístas. Se llevaba en una valija que, como faltriquera,
colgaba del caballo hacia ambos lados, y se compensaba el peso porque se
transportaba caudales aparte de las cartas, pliegos, metálicos, etc. de tal
forma que el jinete tenía bajo su
responsabilidad el transporte de los objetos de valor que tenía el mismo, y por
eso además se cobraba un seguro (qué curioso saber, que ya en esa época
existía un “seguro”). En la realidad, el correo cobraba un seguro
por transportar caudales, entonces
asumía la responsabilidad por ellos.
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Los vehículos
de transporte no eran en esa época habituales. Primero, porque no los hay
todavía en nuestro país, y lo que se conoce después como “DILIGENCIA”, es decir carros rápidos,
livianos, “diligentes” para el transporte de pasajeros y carga, eso recién llega a mediados del siglo XIX,
junto con el ferrocarril.
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Así, los pasajeros se transportaban a
caballo, o en el caso de las damas, niños y ancianos, en carros livianos que se
contrataban, alquilaban o compraban por
el mismo pasajero, o grupo. Las familias
por lo común contrataban CARRETAS,
las que al paso de buey sus viajes podían durar tres, cuatro y hasta cinco meses. Pero esto era una cosa distinta,
y nosotros estamos hablando de los Correos y Correístas.
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Las Postas aquí las organiza un Comendador,
un visitador de Correos de la Corona
Española, que se llamó ALONSO
CARRIÓ DE LA BANDERA. Vino a Buenos Aires y siguió a Córdoba, Tucumán y
Salta y luego a Potosí. El realizó
todas las postas y fue determinando a lo largo de su recorrido, quienes
serían sus encargados, los Maestres de Postas.
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En cada Posta debía haber un cuarto para 6 a
8 personas, sillas, catres, -eso era
“los dormitorios”- Huerta, gallinas y
agua de beber. Estaban exentos del servicio de las armas y del embargo de sus
caballos.
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Era un servicio
público en concesión. Se les pagaba un sueldo. Al hijo del Maestre le cubría el
derecho de continuar al frente de la Posta, y eso ocurrió muchas veces.
Al
Perú desde Buenos Aires, por Potosí, en 30 días. A Chile, en 26 días... y
algunos días más en el invierno, por las tormentas de nieve.
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En el caso de
la Cordillera, existe aún
algo interesante que se le llamó “CASUCHAS”,
construcciones de piedra que hay algunas
en pie al costado de la Ruta 7 a Chile.
Dichas “Casuchas”, fueron especialmente hechas para guarecerse, correístas y
viajeros en dicho cruce. En ellas debía
haber leña, agua, e incluso charque y tasajo para poder alimentarse, y
eso era muy importante porque si no, en medio de la cordillera podía ocurrir
cualquier cosa, incluso quedar gente atacada de claustrofobia cercada varios
días por la nieve.
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Al estructurarse finalmente las Postas y
los servicios de Correos, ya es un servicio que el Estado recupera hacia 1760 y
pico, cuando se dan las normativas de Postas y Correos y la Corona reasume
directamente el ejercicio de esa función pública, y entonces, desde el
Virreinato del Río de la Plata y en toda Latino américa venden las concesiones, se les dan títulos nobiliarios a los
permisionarios, a condición de que cedan los derechos a la Corona y comienza a
estructurarse ya un Servicio Oficial de Correos. Servicio oficial que,
por otra parte luego de 1810, va a asumir el Estado de las Provincias Unidas
del Río de la Plata, y que en definitiva es el correo actual.
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Quiere
decir, que esta actividad que hoy tenemos tiene una raíz profunda e hispánica.
Cuando en 1810 hay que cambiar de autoridades, el Correo es asumido por
un español radicado aquí, pero muy directamente ligado al movimiento
emancipador, el señor MELCHOR DE ÁLBIN,
quien es cambiado en 1818 por
otro español, JUAN MANUEL DE LUCA, quien
está a cargo hasta 1858,
manteniendo un interesante y eficiente servicio, aún en una época tan difícil
como la de Rosas, en donde evidentemente la situación del país no se encontraba
en su mejor punto.
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Teniendo en cuenta que las provincias
habían asumido un rol “independiente”, de alguna manera manejado por Buenos
Aires y por Rosas, sin embargo el
Correo tiene la característica de “Nacional”, manteniéndose durante todo
el período de la Confederación y luego de la caída de Rosas, también se mantuvo
como estructura Nacional, pese a que en
1854 se produce la ruptura entre Buenos Aires y la Confederación Argentina.
Fuente documental: Recopilación del Prof. Roberto Guillaume.
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