Hoy, La Chacarita es el más popular de los cementerios porteños, y uno de los más grandes del mundo, posee 97 hectáreas (97 manzanas) cuenta con 14 accesos, y unos 500.000 muertos hacen allí su vida sin tontos roces ni absurdas discusiones, sumándose por día un promedio de cien nuevos habitantes, de los cuales un 30% optan por la cremación; A la vez que, alguna cantidad similar, que haya cumplido su etapa de tierra, pasarían sus restos a reducción, cremación o la comunidad del osario; (dicho esto con una ligera cuota de humor, por si las moscas quisieren volar cerca…)
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Su origen se remonta al año 1871, a consecuencia de las devastadoras pestes sufridas por Buenos Aires en 1865, por el cólera y 1871 por la fiebre amarilla.
Téngase en cuenta que por el cólera, el 28 de abril de 1867 debió habilitarse el Cementerio del Sur (actual Plaza Ameghino en Parque de los Patricios) y en solo cuatro años se lo debió cerrar colmada ya su capacidad el 17 de abril de 1871, tres días después que de modo urgente, se habilitase el Cementerio de la Chacarita el 14 de abril.
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Y si bien en ese momento se encontró la solución para sepultar tantos muertos y a una distancia por entonces bastante retirada del centro de Buenos Aires, no resultaban sencillos los traslados en razón al natural pésimo estado de los caminos de tierra de la época.
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Por entonces comenzaban a funcionar por la ciudad los primeros tranvías a caballo, que en realidad eran extensiones de las primeras cabeceras ferroviarias a fin que sus pasajeros pudiesen trasladarse entre el “centro” y las estaciones.
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Entonces se intentó que esas empresas tranviarias cubriesen los servicios hasta el nuevo cementerio, pero sea ya por el tipo de servicio que se trataba, u otras razones ninguna se interesó en ello.
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Es así cuando la Provincia, propietaria por entonces del Ferrocarril del Oeste, decide hacer algo por cuenta propia y desde el empalme de sus Talleres Centroamérica (actuales Av. Corrientes y Pueyrredón) tiende un ramal por Corrientes hasta el nuevo Cementerio. En un principio la idea fue de enviar un tranvía a caballo, pero por consejo del Ing. Ringuelet, presidente del Ferrocarril se optó por el vapor.
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Dada la urgencia de la situación el propio Ing. Ringuelet dirigió la obra utilizando cuadrillas de entre 600 y 800 hombres, nivelando terreno y tendiendo durmientes y rieles en un tiempo record, con una inversión de $ 2.200.000 de moneda corriente, dinero que salió de la partida asignada para combatir el flagelo.
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La Municipalidad habilitó una “estación” en Corrientes y Bermejo (hoy Jean Jaures) que se conoció como La estación de los muertos, y el tren realizaba sus viajes con una formación de chatas donde se estivaban los ataúdes tapados con una lona, más un coche de pasajeros donde viajaban los deudos para la última despedida. El gancho era tirado por “La Porteña”, que ya tenía 14 años de servicios, y tuvo por conductor al propio Ing. John Allan, -el mismo que tuvo la responsabilidad de instalar y dar inicio a la línea aquel 30 de agosto de 1857- quien al tercer día de estar realizando ese servicio terminaría allí su vida atrapado también por la fiebre mortal.
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Tras aquel comienzo de ese nuevo Cementerio de La Chacarita, este servicio por tren siguió funcionando hasta que unos 15 años más tarde, en 1886 la Municipalidad decide renivelar y pavimentar la calle Corrientes, retirándose las vías férreas para reemplazarlas por rieles tranviarios, servicio del cual se hizo cargo Don Federico Lacroce, quien ya cubría con su tranvía rural (hoy FFCC Urquiza) el tramo de Almagro a Chacarita. Concesionado a él el servicio, también se le concedieron nuevos ramales: Corrientes, Callao, Lavalle, hasta Paraná y Talcahuano, por un lado; Y por otro lado empalmó con vías de otra empresa que también era de ellos, el “Tramway Central” en zona norte, y una extensión de la calle Corrientes y Callao, por ésta a Entre Ríos y México, con lo que podía entonces acceder a todo el “centro urbano”, ya que en un principio el “Lacroce” fue una empresa habilitada por la Provincia, en el partido de San José de Flores, ya que al trasponer la calle Medrano, ejerciendo ésta una suerte de "circunvalación", terminaba allí la ciudad y lo demás era el campo.
Y todo este movimiento que significó un importante avance en los negocios de Don Federico, tuvo como ya dijimos su origen en el traspaso del servicio fúnebre, del ferroviario al tranviario.
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A su vez, a partir de 1887 las inhumaciones comenzaron a realizarse en el cementerio Chacarita que hoy conocemos, por lo que los cadáveres fueron exhumados del viejo cementerio y llevados al osario general del nuevo. El 30 de diciembre de 1896 se denomina a este cementerio como Cementerio del Oeste, pero como todavía era conocido como Cementerio de la Chacarita, una ordenanza del 5 de marzo de 1949 lo renombra de esa forma. Desde el 13 de noviembre de 1903 funciona en el cementerio el Crematorio de la Ciudad de Buenos Aires.
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Y ya los muertos no fueron mas llevados en chatas y cubiertos por una lona, sino que se encargaron a la empresa carrocera norteamericana “John G. Brill & Co.” una flota de coches fúnebres y coches de acompañantes, siendo los de primera clase de un modelo diseñado al efecto, totalmente barnizados en negro y orlado en todo el contorno del techo con los clásicos penachos de luto de crin negra. En su interior venía ubicado el catre para colocar el ataud y asientos (rebatibles) para los allegados más íntimos.
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Se fijaron tres categorías, cuyas tarifas eran, -desde la Estación-: Finados, en 1ra. clase $ 20,00; En 2da. $ 4,00; y en 3ra. clase $ 2,00. En tanto los deudos, cada uno abonaba en 1ra. 45 centavos; 35 centavos en 2da; y 20 centavos en tercera. Paradójicamente, si bien los deudos abonaban la tarifa más baja, el finado resultaba el más beneficiado, cuyo mayor costo él no lo pagaba (ya que era su último viaje, alguna ventaja tenía que tener).
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Pero también al servicio se lo podía hacer desde un lugar a convenir, desde la puerta del velatorio, o desde la parada más cercana al sitio donde hubiera sido el mismo, en este caso el servicio sufría un recargo de alrededor del 30%.
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En todos los casos los pasajes eran de ida y vuelta, no así el del finado naturalmente, que si por cualquier inconveniente el entierro no se hubiese podido concretar, el cajón quedaba allí en depósito para una mejor oportunidad.
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Así como los barrios de Buenos Aires fueron naciendo en la medida que a ellos iba llegando la segura vía de tránsito y comunicación del tranvía, mediante la cual hasta con lluvia y barro se podía igualmente acceder mientras no hubo mejores caminos y pavimentos, el tranvía fúnebre cumplió la triste pero humana función de facilitar el viaje final.
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Como puede verse en la fotografía, el interior del tranvía fúnebre estaba decorado como una verdadera capilla ardiente ambulante. Poseía altar, candelabros, catre porta ataud, transportines (asientos plegables) para los deudos más allegados y cortinados de luto.
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Los servicios se iniciaron traccionados a caballo y posteriormente fueron eléctricos. La plataforma delantera la ocupaba el conductor, y por la plataforma de atrás se abría una doble puerta por donde accedían el ataud y los deudos. El altar estaba ubicado a espaldas del conductor.
FOTO: G. Brill & Co.
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EL RECOPILADOR 29/04/2010.
Asociación Amigos del Tranvía (referencias y fotos)
Victorio Noguera Bustamante
Administración Cementerio de La Chacarita
Wikipedia – Internet.